En El cuerpo abyecto como interlocutor del poder, Jorge Luis Torres analiza la suciedad de los relatos de Pedro Juan Gutiérrez para (de)construir la semántica oficialista del canon político y cultural de la Nación y (re)legitimar ―y (re)situar en la estética del realismo sucio y del hiperrealismo― la obra de un autor marcado por la desautorización literaria. Jorge Luis Torres estudia Trilogía sucia de La Habana para explicar por qué La Habana de Pedro Juan Gutiérrez no se puede evocar como pasado celestial, sino que se debe (re)vivir como desecho, como polución, como impureza.