Escribir ficción no es escapar de la realidad, es ensancharla. Mediante la imaginación no creamos mundos paralelos, sino en colisión con lo establecido. Por descabellado y absurdo que se nos antoje, el fruto de nuestra fantasía es producto del asfalto. No es un acto recreativo, es incluso revolucionario. Organizamos barricadas en las avenidas del pragmatismo, conspiramos contra la dictadura de lo gris, disparamos contra el espectáculo de palomitas y levantamos la falda a una civilización renqueante. Pueden parecer propósitos grandilocuentes, pero no lo son. Volar da una perspectiva diferente de la realidad, complementaria y necesaria. Mirando nuestros asuntos terráqueos con ojos venusianos, podremos ver que el rey está desnudo y nuestros ídolos en llamas. Bienvenidos. Abróchense los cinturones, que nos sumergimos...